Desde su más tierna infancia el Samoyedo derrocha simpatía. Es muy juguetón durante toda su vida y posee un carácter muy amistoso. Le encanta pasear por el campo, bañarse en la playa, el río, el pantano, la nieve. Debido a que en su lugar de origen dormían junto al dueño para proporcionarle calor, el Samoyedo querrá subirse a la cama con él. Procura hacer siempre lo que desea, por lo que se necesita especial paciencia a la hora de adiestrarle. No es apto como perro de defensa o guarda, para él no existen enemigos.